Menstruar también es político


Por Donaji Reyes 

“Estoy en mis días”, “Me llegó Andrés”, “Tengo la regla”, entre muchas otras frases para evitar decir “estoy menstruando”; porque parece ser que la palabra MENSTRUACIÓN y sus derivadas es igual a hablar feo, sucio. Encima, decirlo bajito y ocultar las toallas sanitarias, los tampones o la copa para que las demás personas no se enteren. Porque estar menstruando es igual a tener mal genio, a estar histérica, a ser obscena.
Y es que en nuestra sociedad la menstruación es sinónimo de enfermedad. Vaya, si está documentado en tratados médicos el Síndrome Premenstrual como conjunto de síntomas que forman parte de un cuadro patológico. Es cierto que la fase premenstrual tiene determinadas características que lo distinguen. Algunas de ellas son menor sociabilidad, una mayor necesidad de creación desde el cuerpo, disposición a poner límites, a expresar necesidades y manifestar aquello que no nos es grato o molesta. Pero claro, es que se nos exige a las mujeres a ceder, a estar siempre dispuestas, a no manifestar enojo; de lo contrario estamos desequilibradas. Hasta llegamos a pedir perdón cuando esto ocurre: “Disculpa, es que me va a bajar” o “perdón, estoy en mis días”.
Pero no es la única vez que una condición totalmente natural es calificada por la medicina como un trastorno propio de las mujeres. Ya en la época victoriana el deseo sexual de la mujer era diagnosticado como ninfomanía, porque en muchas etapas de la historia el disfrute sexual ha estado censurado para las mujeres. En general se nos ha dicho que nuestro cuerpo tiene defectos, que no tenemos derecho a disfrutarlo, no debemos tocarnos. Sí, todo el cuerpo en su conjunto, y ni qué decir de los genitales; que para colmo están bastante ocultos y tenemos que servirnos de un espejo, de abrir las piernas ante este y de la autoexploración con nuestras manos para observarlos en todo su esplendor. Nos da asco también la vagina y las secreciones que salen de ella, evitamos tocarlas, olerlas, probarlas; queremos ocultar su olor a toda costa. Y bueno, la menstruación es la secreción más evidente en olor, textura y color. 
Desconocemos mucho acerca del ciclo menstrual, sólo llegamos a entender que tiene que ver con cambios hormonales, no sabemos cuáles ni qué implican. Y es que cuando escuchamos la palabra HORMONAS, casi de inmediato pensamos en mujeres, a lo mucho en adolescentes; como si los hombres adultos no tuvieran procesos hormonales y estos no les influyeran. La bioquímica nos llega a todos los seres multicelulares sí o sí.
Contrario a lo que se piensa no hay desequilibrio emocional ni mental en ninguna fase del ciclo menstrual porque todo confluye de una manera armónica para llevar a cabo sus funciones. De hecho, entender y conocer plenamente este proceso es determinante y un signo para saber acerca de nuestro estado de salud física. Cada fase conlleva cambios en nuestras hormonas y neurotransmisores, los cuales influyen en nuestro estado físico, fisiológico, psíquico y emocional. Cuando llegamos a conocer a plenitud nuestro ciclo podemos saber cómo estaremos emocionalmente, que aptitudes y actividades podemos aprovechar, e incluso podemos saber si estamos en periodo fértil o no (método que nada tiene que ver con el tan limitado método del ritmo). Pero es difícil que se nos enseñe esto porque es sumamente desconocido, incluso para quienes se dedican a la Educación Sexual. Porque además mantener oculta esta información conviene a este sistema que desea controlarnos. Le convenimos miedosas e inseguras para poder mercantilizar a su antojo. 
La industria nos vende jabones para la vulva (sí, para la vulva y no íntimos. Basta de eufemismos para dejar de nombrar nuestro cuerpo) que son aclaradores de piel e inhibidores de vello porque necesita enviarnos el mensaje de que el cuerpo es imperfecto y siempre es mejorable, la vulva no es la excepción. Absolutamente todos estos jabones los comercializan diciendo que reducen olores porque el fin principal es decirnos que nuestros flujos son asquerosos y nadie desea olerlos. Uf, las repercusiones que tiene este mensaje a la hora de compartir nuestra sexualidad y erotismo con otra persona.
Bajo el mismo precepto nos venden las toallas sanitarias con aroma o las invisibles, siempre para que no se nos note, para ocultar. Ni qué decir de las toallas “ultra cómodas” para hacer cualquier actividad porque no importa que tengamos poca energía, que estemos en una fase de introspección, debemos siempre ser productivas; una contradicción cuando supuestamente padecemos un síndrome que  no nos hace ser nosotras mismas. Y es precisamente por no permitirle al cuerpo la libre expresión y no proveerlo de un descanso oportuno que vienen otros síntomas que no son propias del ciclo menstrual saludable. 
Y en este sistema de control también entran lxs ginecólogxs, quienes, ya sea por desconocimiento o conveniencia, recetan a diestra y siniestra anticonceptivos hormonales para regular desajustes hormonales, malestares propios (que en realidad no lo son) de la fase menstrual, menstruaciones abundantes y demás. Mientras se toman los anticonceptivos hormonales, estos envían el mensaje al cerebro de un cuerpo siempre embarazado, se trunca el ciclo menstrual, se trunca la ovulación, se trunca un proceso natural y saludable del cuerpo. Las mujeres que los toman notan cómo tienen menstruaciones regulares, menstruaciones no dolorosas, menstruaciones escasas; y esto les viene de maravilla porque desde pequeñas han introyectado que la menstruación es el mal con el que debemos cargar las mujeres y les parece de ensueño librarse de ella o vivirla lo menos posible. Parece que a la medicina y la industria farmacéutica no le importa si hay efectos secundarios para las usuarias, lo ideal es que se sientan bien de momento y sigan encadenadas a un absurdo consumismo. Sin embargo, lejos de resolver el problema, sólo lo tapan, y encima lo venden como empoderamiento. Empoderamiento es apropiarnos de nuestro cuerpo, conociendo y entendiendo sus procesos. Si aún a sabiendas algunas mujeres optan por usar hormonas sintéticas, es con base a información y no por ignorancia.
Aceptémonos menstruantes, tomemos en nuestras manos cada uno de nuestros diferentes flujos sin asco, contemplemos nuestra vulva, sepámonos no histéricas ni locas. Sólo así podremos librarnos, al menos en este aspecto, del sistema que nos quiere sumisas e inseguras. Sí, porque en la medida de que lo personal es político, menstruar también lo es.

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